Una mañana los habitantes de Duravel tuvieron una enorme sorpresa. Varios huevos enormes fueron depositados delante de su granja. Sus reflejos blancos brillaban al sol y ninguna pista permitía saber qué extraño animal había venido a depositarlos... Los habitantes de la granja, asombrados, permanecieron mucho tiempo esperando su eclosión pero nada sucedió. Ninguna tortilla ni huevo al plato se pudo preparar, sus cáscaras estaban duras como el metal. Los huevos permanecieron en su sitio, intactos, durante varias generaciones de Duravelenses y se acostumbraron a sus extraños habitantes. Una noche de luna llena, el pequeño Mael salió y se encontró con Carabouille. Ella le susurró una fórmula mágica al oído y luego desapareció en la oscuridad. Mael se acercó a un huevo, pegó su boca contra uno de ellos y recitó la fórmula mágica. « Dragonicum y craquorum, grosse boulum envole toi roum. » No se volvió a ver al pequeño Mael sino varios años más tarde. Cabalgando en un Dragón, se había convertido en un caballero de Carabouille . Cuando Mael estaba cansado de defenderse de serpientes de 5 cabezas, se decía que aquella noche...Hubiera sido mejor quedarse acostado...